No quiero su permiso, si para conocer las inclemencias diarias de su vida tengo que pedir permiso, entonces elijo la ignorancia. No voy a pedir permiso para preocuparme por usted ni para preguntarle honestamente sobre su cambiante indecisión entre la euforia y la angustia. No buscaré enaltecerme con juegos de espera, como midiendo quién puede aguantar más tiempo sin el otro. Porque he sido inconstante en muchas cosas en mi vida excepto en una: Hago lo que quiero; usted no es más ni menos, así que si no permite el hacer, entonces, simplemente, dejaré de querer.
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