el cual conocí por medio de mi amigo Cristian. Aquí va el resultado
Los colores
“Los vi mezclados, todos eran
parte de una gran composición que parecía añejarse mientras la admiraba, parecía
que maduraban tan rápido que de un momento a otro podrían envejecer de golpe y caer
muertos frente a mí, pero estaban vivos, tan llenos de vida como esos niños que
tanto detesto, aquellos que lloran en el cine con un estruendo que hasta los
mismo actores se percatan de su presencia, allí, dentro de sus mundos planos
detrás de la pantalla.
Pero no, hice mal en compararlos,
nuestro cerebro tiene grabado en fuego el que sintamos empatía por los niños.
Tenemos una marca en nuestra mente que fue hecha con un fierro genético,
ardiendo al rojo vivo, que nos impide sentir desprecio por las crías de nuestra
propia especie. Eso, no, eso que vi y me llenaba de lujuria existencial va más
allá de lo que puede hacerme humano. Esa es la belleza real, la que se apodera
de tus sentidos y posee tu corazón y tus pasiones más profundas, la que se
adueña de tu razón y destruye tus esperanzas de poder sentirte satisfecho en cualquier
otro momento de tu vida, esa hermosura estaba allí, frente a mí.
Vi los colores, los sentí entrar
por mis pupilas y excitar cada una de las células de mi cuerpo, sentir como
hacían vibrar mis entrañas y mezclarse con mi sangre. Todo mi cuerpo se calentó y empezó a
derretirse, entonces no fui más que un charco sobre el que flotaban mis globos
oculares que, a la deriva, no perdían de vista aquella sabrosa danza visual de
la muerte. El mundo se descompuso y se recompuso a su alrededor y ahí estaba yo, un charco
ajeno a todo, presenciándolo a ras del suelo.
Entenderá entonces lo difícil que
fue llegar hasta aquí, señor, marcarle a mi novia con los ojos fue muy
complicado pues el teléfono estaba también derretido y los botones estaban
esparcidos por todo el charco, ¡imagínese usted si hubiese comprado uno Smartphone!
En fin, ella fue con un frasco como se
lo pedí y me trajo lo más rápido que pudo. Espero comprenda mi situación, pero
le aseguro que esto no impedirá que trabaja al ciento por ciento, puede usted
estar tranquilo.”
Aquella fue la excusa más
disparatada que un frasco de mantequilla de maní le hubiese dado jamás a Jaime
Veracruz, inmediatamente lo despidió y le dijo que recogiese sus cosas. Entonces
hubo un silencio, Jaime se dio cuenta de que un frasco no podía salir solo de
la oficina, ambos soltaron una risa incómoda, tras lo cual , Jaime dijo "Está bien ramirez, le creo, tómese el día para descansar y lo espero mañana a las seis".