martes, 19 de abril de 2016

Los colores (Cuento)

NOTA : Este cuento salió de un ejercicio que vi aquí.
el cual conocí por medio de mi amigo Cristian. Aquí va el resultado



Los colores

“Los vi mezclados, todos eran parte de una gran composición que parecía añejarse mientras la admiraba, parecía que maduraban tan rápido que de un momento a otro podrían envejecer de golpe y caer muertos frente a mí, pero estaban vivos, tan llenos de vida como esos niños que tanto detesto, aquellos que lloran en el cine con un estruendo que hasta los mismo actores se percatan de su presencia, allí, dentro de sus mundos planos detrás de la pantalla.

Pero no, hice mal en compararlos, nuestro cerebro tiene grabado en fuego el que sintamos empatía por los niños. Tenemos una marca en nuestra mente que fue hecha con un fierro genético, ardiendo al rojo vivo, que nos impide sentir desprecio por las crías de nuestra propia especie. Eso, no, eso que vi y me llenaba de lujuria existencial va más allá de lo que puede hacerme humano. Esa es la belleza real, la que se apodera de tus sentidos y posee tu corazón y tus pasiones más profundas, la que se adueña de tu razón y destruye tus esperanzas de poder sentirte satisfecho en cualquier otro momento de tu vida, esa hermosura estaba allí, frente a mí.

Vi los colores, los sentí entrar por mis pupilas y excitar cada una de las células de mi cuerpo, sentir como hacían vibrar mis entrañas y mezclarse con mi sangre.  Todo mi cuerpo se calentó y empezó a derretirse, entonces no fui más que un charco sobre el que flotaban mis globos oculares que, a la deriva, no perdían de vista aquella sabrosa danza visual de la muerte. El mundo se descompuso y se recompuso   a su alrededor y ahí estaba yo, un charco ajeno a todo, presenciándolo a ras del suelo.

Entenderá entonces lo difícil que fue llegar hasta aquí, señor, marcarle a mi novia con los ojos fue muy complicado pues el teléfono estaba también derretido y los botones estaban esparcidos por todo el charco, ¡imagínese usted si hubiese comprado uno Smartphone! En fin, ella fue con  un frasco como se lo pedí y me trajo lo más rápido que pudo. Espero comprenda mi situación, pero le aseguro que esto no impedirá que trabaja al ciento por ciento, puede usted estar tranquilo.”

Aquella fue la excusa más disparatada que un frasco de mantequilla de maní le hubiese dado jamás a Jaime Veracruz, inmediatamente lo despidió y le dijo que recogiese sus cosas. Entonces hubo un silencio, Jaime se dio cuenta de que un frasco no podía salir solo de la oficina, ambos soltaron una risa incómoda, tras lo cual , Jaime dijo "Está bien ramirez, le creo, tómese el día para descansar y lo espero mañana a las seis".